Lo más fundamental de las lenguas

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En el colegio nos enseñaron que las oraciones solo podían estar compuestas por las siguientes categorías de palabras: nombres, artículos, adjetivos, verbos, adverbios, preposiciones, pronombres y conjunciones. Estas categorías son propias de la gramática tradicional, que nació durante la Antigüedad con el estudio del griego y del latín. En los siglos siguientes, las lenguas occidentales se diversificaron, pero los lingüistas pudieron seguir utilizando las normas de aquella gramática para estudiar las nuevas lenguas. Incluso idiomas más lejanos, como el inglés o el alemán, encajaban razonablemente bien.

El éxito de esta gramática creó la ilusión de que todas las lenguas del mundo debían seguir más o menos las mismas normas. En realidad, esta ilusión se desató excesivamente, hasta el punto de que en aquella época lo que predominaba era el prescriptivismo… pero ese es otro asunto que pienso tratar en posteriores entradas. A lo que voy con esto, es que hasta el siglo XX, los escasos locuelos que se atrevían a inventar su propia lengua, creían que debían seguir a rajatabla las normas de la gramática tradicional, y crear los equivalentes en su lengua de los nombres, artículos, adjetivos, etc.

Pero, ¡ay! Sucedió que a los lingüistas les empezó a interesar otras lenguas que no eran el latín y el griego, buscaron más allá de Europa, y lo que encontraron fue perturbador para muchos. De pronto, descubrieron lenguas que no hacían distinción entre adjetivos y adverbios, ¡incluso las había que no tenían ni adjetivos ni adverbios! Muchas lenguas carecían de género, pero las que lo tenían, no siempre incluían el masculino y el femenino normativos de las lenguas europeas. En otras lenguas, la información típicamente relacionada con los verbos, como el tiempo gramatical, no lo aportaban los verbos, sino los adjetivos. Y lenguas aisladas y primitivas como el pirahã, hasta se olvidaban de las conjunciones.

Estos descubrimientos, y los muchos que aún se realizan en la actualidad, han forzado a los lingüistas a revisar profundamente sus creencias, y la tradicional lista de palabras que he citado al comienzo se ha guardado en el cajón de las teorías descartadas. Por supuesto, aquella gramática tradicional puede seguir siendo útil para estudiar las lenguas europeas. Sin embargo, existen nuevas teorías mucho más globales y útiles, especialmente para quienes nos empeñamos en el noble arte de crear ideolenguas.

Vale, pero, si debemos olvidarnos de las categorías tradicionales, ¿en qué debemos pensar? No sé si puede parecer de Perogrullo o, por el contrario, demasiado extravagante, pero al fin y al cabo, en lo que te deberías centrar es tan solo en crear una serie de lexemas y de morfemas, darles alguna forma determinada, y jugar con ellos como si de un LEGO se tratara, creando combinaciones tradicionales o inéditas.

A ver si me explico. Los lexemas son las raíces, o sea, aquellas palabras o partes de palabras que aportan el significado. El lexema de la palabra «perro» es «perr-», mientras que en «luz» el lexema abarca toda la palabra. Por su parte, los morfemas son aquello que acompaña a las raíces y que les aporta valor gramatical. En el caso de «perro», el morfema es «-o», y nos dice que es un sustantivo en masculino. Pero si le añadimos un artículo definido, este también sería un morfema.

Los morfemas pueden decirnos muchas más cosas de las que estamos acostumbrados. Pueden aportar géneros y tiempos gramaticales inexistentes en español. Aunque también pueden decirnos menos cosas. Hay lenguas que prescinden de los artículos, otras del tiempo gramatical, y otras son muy rácanas con el número. Sobre las formas que pueden adoptar los morfemas, hay mucho donde elegir. En español muchos son sufijos, pero en otras lenguas abundan los prefijos. También estamos muy habituados a las preposiciones, mientras que en el euskera hay posposiciones. La prosodia también puede servir de morfema, como en los casos de las conjugaciones verbales «canto» y «cantó», que solo se distinguen por el acento.

Asimismo, los morfemas se pueden colocar casi donde te dé la gana. Como dije antes, lo normal es que el morfema responsable del tiempo gramatical se añada a un verbo. Pero en la expresión inglesa «I’ll sing», el morfema «-’ll», que marca el futuro, tiene la ocurrencia de acompañar al pronombre. Ser original es tan fácil como cometer locuras como esta.

Cómo crear una lengua, Editorial Berenice.

3 comentarios en “Lo más fundamental de las lenguas

  1. Gracias por el artículo. Un buen resumen de la complejidad de las lenguas y su enorme variedad. Queda un poco en el aire si podemos considerar un universal las restricciones de los propios fonemas en una palabra, frase u oración, o si todos los fonemas de una lengua pueden combinarse virtualmente de cualquier forma en el caso de alguna lengua natural concreta.

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    • Buen apunte. El tema lo pondré en la reserva de futuras entradas. Aun así, me atrevo a responder alguna cosa. Algunas restricciones podrían ser universales, como el hecho de que [n] se convierta siempre en [ŋ] antes de consonante velar. Lo digo porque esta alofonía se produce en español, en inglés y en japonés.

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