Como la realidad siempre supera a la ficción, me parece que para encontrar inspiración creando lenguas, no hay nada mejor que curiosear entre las que se oyen en nuestro mundo real. En esta ocasión vamos a analizar el japonés, que además de ser muy sugerente, se trata de un idioma que contrasta notablemente con el español. Aunque debo reconocer que no lo hablo… así que si a algún lector se le frunce el ceño al leer algo de lo aquí expuesto, le agradecería que me lo hiciera saber.
El japonés se trata de una lengua aislada, aunque existen diversas teorías que la relacionan con el coreano e incluso con lenguas austronesias, que son el grupo de lenguas que se hablan en Indonesia y en las islas del Pacífico. Sea una cosa u otra, el japonés tiene una serie de características especiales que lo hacen único, aunque su sistema fonológico comparte muchas características con el nuestro. Las vocales, por ejemplo, son prácticamente las mismas, con la salvedad de que la u debe pronunciarse sin redondear los labios. Carece de nuestras ch, ñ y l, y todos los préstamos que contienen este último fonema lo sustituyen por una r suave. Es el caso de la inglesa crystal, que pasó al japonés de esta forma: kurisutaru.
Ciertamente, parece increíble que una palabra como crystal, que es muy fácil de pronunciar para nosotros, sufra una transformación tan grande en kurisutaru. Esto se debe a que el japonés es muy restrictivo con las sílabas, y exige casi siempre a las consonantes que vayan de la mano de una vocal. A decir verdad, esto no es tan extraño como a primera vista parece. A nosotros los hispanohablantes nos sucede algo parecido con la s líquida del inglés, que para pronunciarla le solemos añadir una e delante, como la palabra scaut, que pronunciamos descaradamente «escaut».
Otra cualidad que, esta sí, es completamente diferente al español es la entonación. Nosotros usamos diferentes entonaciones si realizamos una afirmación, formulamos una pregunta, o mandamos a alguien a freír espárragos. Pero en japonés, el tono suele elevarse a lo largo de todas las oraciones independientemente de qué se diga. En cambio, existen palabras que exigen bajar momentáneamente el tono. Precisamente, este tono bajo es fundamental para distinguir palabras fonéticamente idénticas, como kakio, que significa «ostra» si el tono bajo recae sobre la primera sílaba, «valla» si recae en la última, y «caqui» si carece de tono (nuestra palabra «caqui» proviene precisamente de este último kakio).
Esto en cuanto a la fonología. Con respecto a la gramática, las diferencias son aún más notables. Para empezar, carece de género, aunque esto tampoco es para tirarse de los pelos, pues alrededor del 80% de las lenguas del planeta no lo tienen; aquí el español es el que se sale de la norma. Algo más llamativo del japonés es que no suele marcar el plural salvo en contados casos. Si hay riesgo de confusión se utiliza algo parecido a los numerales. Pero cuidado, que no son como los nuestros. En español existen sustantivos contables e incontables. Los primeros pueden ir en compañía de auténticos numerales, como «dos perros» o «cinco coches», mientras que los segundos requieren expresiones como «dos cucharaditas de azúcar» o «cinco paquetes de arroz». En japonés todos los sustantivos son como estos últimos, o sea, incontables, y para marcar el número requieren de un numeral más un clasificador numérico especial que hace las veces de los «cucharaditas» y «paquetes» de las expresiones de arriba.
Algo más llamativo todavía es que hay adjetivos capaces de marcar el tiempo gramatical. Y no, no me he puesto hasta las cejas de sake. Estos adjetivos casi siempre acaban en -i, razón por la que imaginativamente se los conoce como «adjetivos en i». Si esta terminación es sustituida por el sufijo -katta, de pronto el adjetivo está en pasado. Así, por ejemplo, el adjetivo yoi, que significa «bueno» y califica un sustantivo en tiempo presente, puede convertirse en yokatta para significar «fue bueno».
Esta destreza del adjetivo contrasta sin embargo con los verbos, que apenas conjugan y no pueden marcar el tiempo futuro. Aunque de nuevo, esto tampoco es tan raro, pues tanto el inglés como la mayoría de las lenguas tampoco tienen verdaderas conjugaciones para marcar el futuro. Otra cualidad de los verbos japoneses y que es más común de lo que parece, es que tienen la manía de aparecer al final de las oraciones, en lugar de después del sujeto, como suele ser en español.
Cómo crear una lengua, Editorial Berenice.
Una pequeña corrección, el japonés sí que tiene sonido «ch». Concretamente, la secuencia de sílabas para la consonante T debiera ser «ta ti tu te to», pero en realidad no existen la sílabas «ti» ni «tu» porque por palatalización estas se convierten en «chi» y «tsu», es decir, la secuencia es «ta chi tsu te to». Pasa algo similar con la secuencia de la S, que es «sa shi su se so», prescindiendo de «si» que palataliza en «shi».
Juntando con la sílaba «chi» (ち) las sílabas (escritas en letra más pequeña) «ya» (ゃ), «yu» (ゅ) o «yo» (ょ) obtienes «cha», «chu» y «cho». Por ejemplo, el sufijo -chan, tan habitual como diminutivo cariñoso para niños y jóvenes, se escribe ちゃん («chi~ya~n). La única sílaba con «ch» que no existe es «che».
Por lo demás creo que está todo bien, dentro de que mis conocimientos de la lengua japonesa tampoco es que sean muy avanzados.
Un saludo, este blog me tiene enamoraíco perdío ^^.
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Gracias por la corrección! 😉
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