Una nueva lengua: clima, fauna y flora

A Incógnita, el mundo que creé en la anterior entrada, aún le quedan muchos detalles por definir, como el clima, la fauna y la flora, y que pueden alcanzar una importancia de gran peso en una lengua.

El clima de Incógnita tiene pinta de asemejarse al de la península Ibérica, pues se encuentra en una latitud similar y solo unos kilómetros al oeste. Al norte de la gran cordillera central, las lluvias deberían ser muy abundantes, como en el norte de España, mientras que al sur de dicha cordillera cabría esperar un clima más mediterráneo.

climas-de-incognita

La fertilidad de la isla parece asegurada por varias razones. Como acabo de decir en el anterior párrafo, el norte es lluvioso. Pero el sur, a pesar de ser mucho más seco, tiene la ventaja de estar repleto de volcanes, cuyas erupciones renuevan periódicamente los nutrientes minerales del suelo. Al norte y al sur se extienden asimismo dos amplias llanuras que se han formado a lo largo de millones de años con los sedimentos arrancados de las montañas durante su proceso erosivo, formando también suelos ricos en nutrientes.

La flora y la fauna deberían estar bien adaptadas a la variada geografía de Incógnita y a sus diversos climas. Ahora bien, como esta isla ha estado separada del resto del mundo durante los últimos millones de años, seguramente habrá numerosas especies endémicas. ¿Cómo podrían ser? Antes de que nuestra imaginación vuele demasiado alto, cabe recordar mi propósito de ser lo más fiel posible a la realidad. Por consiguiente, debería tachar cualquier tipo de vida estravagantemente exótica e incompatible con las leyes naturales. Lo más probable es que la vida en esta isla hubiera seguido caminos similares a otras regiones que han permanecido aisladas, como Madagascar o Nueva Zelanda. Por ejemplo, los antepasados de los lémures desaparecieron de la Tierra salvo de Madagascar, donde se diversificaron en varias especies. Y en Nueva Zelanda, donde no había mamíferos, las aves tuvieron vía libre para retornar a la tierra y perder su facultad de volar, como el kiwi o el extinto moa. Siguiendo estos ejemplos, en mi isla podría haber sobrevivido un orden de animales carnívoros llamados creodontos, que se extinguieron en el resto del planeta hace ocho millones de años. La apariencia de los creodontos en el mundo real fue asombrosamente variada, desde el que quizás fuera el mayor mamífero carnívoro terrestre de la historia, el megistotherium, hasta otras especies mucho más pequeñas. Así que tengo manga ancha a la hora de dibujar a mi propio creodonto:

carnivoro

Aquí está. Como aún no he creado el idioma, su nombre provisional será Carnívoro —muy original— y su tamaño debe rondar entre el de un lince y el de un zorro. Se alimenta sobre todo de animales pequeños, pero también podría atreverse con herbívoros más grandes. Pero, ¿cuáles? En lugar de volver a rescatar de la extinción un orden completo de mamíferos, podría optar por añadir algún nuevo miembro a un orden vivo. Y los elegidos son los perisodáctilos, un tipo de mamíferos con pezuña y dedos impares de los que en la actualidad solo existen tres grupos, los caballos, los rinocerontes y los tapires. Podría ser interesante imaginar que un cuarto orden evolucionara en esta isla, con varias especies diferentes. Es posible que tuvieran una apariencia similar a la de alguno de sus primos lejanos, como los tapires, o ser completamente diferentes. De lo que no cabe duda es que ninguno puede alcanzar un tamaño desmesurado. Esta condición es necesaria porque en el mundo real los animales tienden a sufrir un cierto enanismo en las islas. Es lo que les sucede a los rinocerontes asiáticos, que en el continente pueden llegar a las dos toneladas, mientras que en las islas de Indonesia se tienen que conformar con menos de la mitad de peso.

Finalmente se me ocurren dos especies. Esta primera será un animal de montaña, razón por la que lo llamaré Montañés, y su estilo de vida y su tamaño deberá ser similar al de la cabra:montanes

La otra especie, de un tamaño similar al del tapir, estará mejor adaptado para la vida en entornos acuáticos, de manera que lo llamaré provisionalmente Acuático:

acuatico

Las aves podrían ser prácticamente las mismas que las que habitan en Iberia, puesto que pueden volar y la distancia entre ambas tierras no es excesiva. Pero en cuanto a las plantas, me vendría bien crear alguna que pudiera ser cultivada. Aquí las opciones son numerosas. Por ejemplo, podría crear algo similar al olivo, cuyo aceite es muy valorado, o al cedro del Líbano, que con su madera los fenicios construían excelentes barcos. Sin embargo, me voy a quedar con un tipo especial de árbol de cuyas semillas se prepare un brebaje similar al café. Este árbol, de nombre provisional Cafetero, abundará sobre todo en los parajes más calurosos del sur de la isla, de manera que tendrá que adoptar la forma típica de los árboles mediterráneos, o sea, pequeño y achaparrado, como la sabina o el mismo olivo. Y lo que me sale es esto:

cafetero

Cómo crear una lengua, Editorial Berenice.

4 comentarios en “Una nueva lengua: clima, fauna y flora

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