Los verbos en erenna son notablemente diferentes a los del español. Para comprenderlos, primero debemos saber que en la lengua M solo existían dos verbos, «ař» (ser, estar) y «at» (hacer). A estos verbos se los conoce como «verbos primarios», y se caracterizan por concordar con la persona y por su conjugación altamente irregular (más adelante veremos las diferentes conjugaciones). En la evolución hacia el erenna, estos verbos derivaron en otros dos tipos: los «secundarios» y los «terciarios». Los secundarios son exactamente iguales que los primarios, solo que se les ha añadido algún prefijo para precisar con mayor grado su significado. Así, en erenna el verbo «ar» (evolución de «ař») redujo la amplitud de su significado y se limitó a ser sinónimo de «ser» y «existir»; el verbo «tar» es equiparable a los verbos «estar (en algún lugar)» y «haber»; el verbo «bar» significa «estar (de algún modo)», «sentir» o «padecer»; el verbo «car» es sinónimo de «tener»; etc.
En cuanto a los verbos terciarios, suponen la gran mayoría y son bastante regulares. Se construyen añadiendo a un sustantivo el verbo «aħ» (evolución de «at»). Para poner algunos ejemplos, he encargado a mi hija la creación de un nuevo sustantivo: «iſīn» (pintura). Se le ocurrió mientras no paraba de pintar, y procede de la raíz «phin» (raya, corte) convertido al género aumentativo/apreciativo. Si a este sustantivo se le acopla el verbo «aħ», nos sale «iſināħ» (pintar). Por su parte, el verbo «ar» (evolución de «ař») cuando acompañaba a otro verbo terciario adquirió el valor de pronombre personal. Así, la forma del verbo en primera persona «ai» tiene el mismo valor que el español «yo» en casos como el siguiente: «iſināħ ai» (yo pinto; aunque una traducción más literal sería algo parecido a «estoy haciendo pintura»).
Otro aspecto muy llamativo de los verbos en erenna es que carecen de tiempo gramatical. En su lugar, el erenna expresa esta información tan importante con una ingeniosa combinación de diferentes modos gramaticales y «adverbios» de tiempo (las comillas se deben a que, como veremos en la próxima entrada, en erenna no hay adverbios).
Existen cuatro modos: el empírico, el rapsódico, el potencial y el imperativo. El modo empírico es similar al modo indicativo del español, aunque tiene un valor mucho más limitado pues solo se refiere a acciones de las que no hay la más mínima duda de que son reales, es decir, aquellas que son percibidas por el hablante y el oyente porque se realizan aquí y ahora. El verbo antes citado, «iſināħ ai», implica que el hablante está pintando delante del oyente. Si a este modo se le añade algún «adverbio» de tiempo, como «beneħ» (es un adjetivo con el significado de «tiempo posterior», pero puede utilizarse como el adverbio «luego»), implicaría un pasado o un futuro inmediato. La oración «iſināħ ai beneħ» sería traducible como «pinto luego» (fijaos en que en la traducción he utilizado el tiempo en presente a pesar de referirme a una acción futura).
A un segundo modo gramatical lo he bautizado con el pomposo nombre de modo rapsódico, puesto que me imagino que siglos después este modo sería utilizado especialmente por los rapsodas (utilizo este término en español porque aún no he creado ninguno equivalente en erenna). Durante el siglo V —la época en la que se habla la lengua que estoy construyendo— este modo se refería a acciones de las que no hay una garantía absoluta de que se produzcan realmente, y por eso se utilizaba para acciones producidas en otro tiempo o en otro lugar del que se encontrara el hablante. Para precisar que la acción ocurre en el pasado, en el futuro o en el presente pero en otro lugar, o bien se confiaba en el contexto, o se echaba mano a «adverbios» de tiempo y lugar. Por ejemplo, la oración «iſinūħ ara pana u» (pinto mañana) se refiere al futuro. Como vemos, su marca es doble: se utiliza el sufijo «-ūħ» (la conjugación rapsódica del verbo «aħ»), y los pronombres están conjugados también en rapsódico.
El tercer modo es el potencial, y se refiere a acciones posibles, es decir, que se parece a la perífrasis en español «poder+infinitivo», como «podría pintar». Este modo es especial por varios motivos. Primero porque el pronombre no deriva del verbo «ar», sino del «aħ». La oración «podría pintar» en erenna sería: «iſinūħ ta» (con ambas formas en rapsódico). Y segundo porque el pronombre de la 3ª persona se conserva aunque utilicemos como sujeto un nombre propio. Por ejemplo, la oración «Ereni puede pintar», en erenna es «iſinūħ ū Ereni».
El cuarto y último modo es el imperativo, que también difiere del del español en que este último también tiene un valor deprecativo (es decir, que el imperativo en español también sirve para rogar: «perdóneme»), y en erenna no. Solo los verbos terciarios pueden conjugarse en este modo. Se construye con el verbo en modo empírico y con el pronombre derivado del verbo aħ, pero por delante del verbo: «tas iſināħ» (pinta tú).
A parte de todo esto, hay dos verboides, el infinitivo y el participio/gerundio. El infinitivo es la forma en que he presentado a cada uno de los verbos («ar», «aħ», «tar», «iſināħ»), mientras que el participio/gerundio, que cumple con las funciones de ambos verboides del español, se marca con el sufijo «-da» en los verbos primarios y secundarios («arda» = «sido, siendo»), y con el sufijo «-ūħ» en los verbos terciarios («iſinūħ» = «pintado, pintando»).
Cómo crear una lengua, Editorial Berenice.
Pingback: Una nueva lengua: morfología III | Cómo Crear una Lengua
Pingback: Una nueva lengua: sintaxis | Cómo Crear una Lengua
Pingback: Una nueva lengua: neologismos | Cómo Crear una Lengua