Buena pregunta, porque a pesar de su parecido, género y clase nominal no son exactamente lo mismo. Dicho a bocajarro, el género es ante todo un tipo de concordancia, mientras que las clases nominales son únicamente marcas que se pegan a los sustantivos. El español cuenta con ambos tipos de características, de modo que me va a resultar relativamente fácil explicarme con ejemplos.
Comienzo con la concordancia, algo que a todos os sonará, pues consiste en que la marca que lleve una palabra la deben compartir sí o sí otras palabras. En español hay tres tipos de concordancia: de género, de número y de persona. En la concordancia de número los verbos, los adjetivos y los determinantes deben concordar con el sustantivo, como en el siguiente caso:
«La luz roja se apagó suavemente»
«Las luces rojas se apagaron suavemente»
Como vemos, el adverbio es la única palabra a la que le importa un comino el cambio de número, pero en otras lenguas no es así y debe concordar aunque le pese. En inglés, por el contrario, nada concuerda con nada y la única palabra que cambia de número es el sustantivo.
El número aporta un valor semántico claro, pero el género, ¿qué valor semántico tiene? En ocasiones nos dice si un ser vivo es masculino o femenino, como en «perro» y «perra», aunque en otras lenguas puede decirnos cosas diferentes. En las lenguas algonquinas de Canadá el género distingue entre seres animados e inanimados. Sin embargo, en muchos casos, como en la gran mayoría de las palabras del español, el género está vacío de contenido semántico, así que debemos asumir que puede llegar a tratarse de una clasificación gramatical arbitraria. Los pares «calzado/calzada», «suelo/suela», «ventana/ventano» son palabras que se diferencian por su significado interno, y no por que unos tengan colita y otros cuquita.
Ahora bien, ¿qué sucedería si una lengua tuviera una forma de marcar semánticamente el sexo, pero no hubiera necesidad de que no concordara con nada? En tal caso, esa marca no tendría nada que ver con el género gramatical, sino que sería un tipo de clase nominal. El inglés es una de esas lenguas, tal y como demuestran los siguientes ejemplos, donde no hay concordancia pero sí marcas de sexo:
«The great policeman»
«The great policewoman»
Las clases nominales más originales del español son los diminutivos y los aumentativos, que aparecen en muy pocas lenguas y suelen llamar mucho la atención a los extranjeros que estudian español. Aunque hay muchos más. Con el sufijo «-dad» obtenemos sustantivos abstractos, como «bondad» o «maldad»; con el sufijo «-ción» nos salen sustantivos con mucha acción, como «distinción» o «privación»; y así, con no sé cuántos sufijos más.
A decir verdad, todo esto es más complejo de lo que parece, pues este tipo de categorías también pueden estar vacías de contenido semántico. Un ejemplo perfecto son los verbos del español, que se dividen en tres conjugaciones. Podría suceder que los verbos de la primera conjugación estuviesen todos relacionados con el esfuerzo físico, como «nadar» o «saltar», y los de la segunda con actividades intelectuales, como «leer» o «componer». Pero este no es el caso, y que un verbo pertenezca a una u otra conjugación es tan arbitrario como que «libro» sea masculino y «puerta» femenino.
Personalmente, crear lenguas con género, donde todo concuerde con todo, puede ser un embrollo de mil pares de narices. En cambio, las clases nominales —o verbales, adjetivales o las que se te ocurran— son muy convenientes para facilitar la derivación, uno de los métodos de crear palabras más productivos.
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