Aunque en la actualidad no haya consenso sobre el origen de la escritura mesoamericana —la opinión tradicional afirma que fueron los olmecas quienes la crearon, mientras que ahora son muchos los que sospechan de los mayas—, no cabe duda de que se trata de una creación independiente de las escrituras del Viejo Mundo y, como tal, de un sistema con notables peculiaridades.
Cuando los primeros investigadores intentaron descifrar la escritura maya, la más elaborada de las escrituras mesoamericanas, observaron algo bastante extraño. Como sabréis, las escrituras alfabéticas como la nuestra suelen estar compuestas por entre veinte y treinta signos, los silabarios necesitan bastantes más, puede que unos cien, mientras que los logogramas deben sacar la máquina de crear símbolos como churros porque requerirán de miles de ellos. Sin embargo, la escritura maya se compone de unos ochocientos símbolos, demasiados para tratarse de un silabario y demasiado pocos para ser un logograma puro.
Evidentemente, la solución debía ser un sistema intermedio en el que algunos símbolos representaran sílabas y otros palabras o raíces. Pero a pesar de que esta idea se ha desvelado correcta, los investigadores siguieron desorientados durante años puesto que la respuesta completa era aún más sorprendente: una misma sílaba podía ser representada por un elevado número de símbolos distintos. La sílaba «bi», por ejemplo, disponía de diez símbolos, y había otros con doce, trece o incluso catorce.
La explicación de este curioso fenómeno difícilmente tenga algo que ver con el hecho de que en español también dispongamos de diferentes símbolos para un mismo fonema, como la b y la v. Dos o tres letras con el mismo valor pueden explicarse fácilmente como resultado de la evolución fonológica, pero en el caso de la escritura maya, donde pueden llegar a ser más de diez los símbolos homófonos, la causa debe ser forzosamente diferente. Una causa que, por desgracia, aún se desconoce.
Ahora bien, si en la escritura latina esta multiplicidad de símbolos solo sirve para el despiadado arte de cometer faltas de ortografía, para los mayas disponer de tantas opciones debió suponer una extraordinaria oportunidad para ser creativos —de hecho, es muy probable que el concepto de falta de ortografía ni siquiera contaminara sus mentes—.
Según parece, los escribas mayas podrían haber elegido un símbolo u otro con fines estéticos o quizás para enfatizar o incluir algún significado extra. No domino la escritura maya y no pondré ningún ejemplo concreto para no meter la pata, pero lo que en este blog me gustaría destacar es que me parece plausible que un glifo con la forma de un jaguar tuviera algún matiz diferente que otro con forma de mono, de pez o de flor, a pesar de que todos representasen al mismo sonido.
Aún se ignora mucho acerca de esta compleja y a la vez fascinante escritura, pero la idea de poder utilizar una pluralidad de símbolos para un mismo sonido, y que cada uno de ellos otorgue alguna sutileza extra, me parece inspirador.
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