Aunque dejé de publicar en este blog hace ya más de un año al dedicarme a nuevos proyectos, esto de crear lenguas es algo que no se me ha quitado de la cabeza ni creo que se me quite en la vida. Por eso, aunque considero que este blog ya forma parte de un episodio finalizado de mi vida, aún me dejo tentar con la posibilidad de escribir algo acerca de los nuevos temas que investigo, de las nuevas ideas que se me ocurren o, más todavía, sobre mejores formas de contar lo que sé.
Precisamente, algo de esto último me venía rondando por la cabeza durante los últimos días, concretamente una nueva forma de clasificar la información que pueden aportar los morfemas. Esta nueva clasificación creo que puede orientar mejor a los que recién han descubierto este divertido juego de crear lenguas, pero también creo que puede abrir un debate entre aquellos que tienen una mayor experiencia. Y por eso, y también porque tenía algo de tiempo libre, me he decidido a escribir una nueva entrada.
En mi libro clasifiqué esta información en varias categorías relativas a si suelen acompañar a los sustantivos o a los verbos, más unas cuantas más. Esta clasificación puede ser muy natural y fácil de entender para aquellos que estamos habituados a las lenguas indoeuropeas. Sin embargo, quizás no se adapte tan bien a las diversas gramáticas que observamos en lenguas de otras familias o, más aún, al infinito número de alternativas que disponemos los constructores de lenguas. Por eso mi cabeza no ha dejado de echar humo pensando en una nueva forma de categorizar esta información hasta que finalmente he dado con esta nueva que a continuación presento:
- Información gramatical: los morfemas que pertenecen a esta categoría nos dicen qué función tienen las palabras (si se trata de un verbo, un sustantivo o un adverbio) o la función de los sintagmas, o sea, si hacen la función de sujeto, complemento directo, indirecto, circunstancial, etc. El sufijo del español «-mente», que nos dice que una palabra es un adverbio, o la preposición «de», que marca el caso genitivo, serían morfemas propios de esta categoría.
- Información semántica: en esta nueva categoría es donde creo que está la miga. Morfemas como los que marcan el género o el número en los sustantivos, o el tiempo en los verbos, no nos aportan verdadera información gramatical, sino semántica. En una palabra del español como «gatitos» encontramos tres morfemas: la «-it-», que se trata de un verdadero adjetivo con el significado de «pequeño»; la «-o-», que se trata también de un adjetivo puro y duro con el valor de «macho»; y la «-s», que nos aporta el valor semántico de «más de uno». Por otro lado, hay lenguas que exigen una determinada información semántica aunque no sea relevante, y otras son capaces de exigir la reiteración de cierta información. Fijémonos en el siguiente sintagma: «los cinco perros». En este caso observamos que la palabra «perros» tiene marcado el género. Esto es así porque en nuestra lengua todos los sustantivos deben pertenecer a un género, pero desde una perspectiva semántica, en esta oración el género de los perros es irrelevante; para el que habla es prácticamente seguro que lo único que le interesa es el hecho de que se traten de animales que pertenecen a la especie «perro», mientras que el género de los mismos es un dato sin ninguna importancia. Esta misma oración en inglés utilizaría el sustantivo «dog» sin que haya ninguna necesidad de marcar el género de los animales. Por otro lado, en el sintagma también percibimos mucha información reiterativa. El artículo debe llevar la misma marca de género y número que el sustantivo. Pero es que hay más, pues teniendo en cuenta que ya aparece el numeral «cinco», no hay ninguna necesidad de que el sustantivo esté en plural. Por consiguiente, aunque podemos calificar la obligación de muchas lenguas de tener que aportar información irrelevante o de reiterar cierta información, debemos asumir que se trata de una característica muy común dentro de las lenguas naturales.
- Categorías arbitrarias: aquí estarían todos aquellos morfemas que no sirven para absolutamente nada salvo para complicar las lenguas. En español nos encontramos con las tres conjugaciones verbales que, como sabemos, no aportan nada de nada. Los verbos de nuestra lengua solo pertenecen a una u otra conjugación por simples cuestiones etimológicas. Otra categoría arbitraria más compleja en nuestra lengua es el género. Como hemos visto arriba, en ocasiones el género nos dice si algo es realmente masculino o femenino, es decir, nos aporta un valor semántico concreto y objetivo, pero la mayoría de los sustantivos del español no tienen nada que ver con el sexo, y aun así deben pertenecer a algún género por razones arbitrarias, tales como «calzada», «calzado», «puerto», «puerta», «suelo», «suela», etc.
- Para quedar bonito: aunque parezca mentira, así es; hay morfemas que solo están ahí por su cara bonita. De hecho, en el español abundan hasta aburrir. Pensemos por ejemplo en el verbo «gatear». La raíz es «gat-», mientras que el sufijo verbal es «-ar». El verbo natural habría sido, por lo tanto, «gatar». Sin embargo, parece que queda raro, así que se ha añadido esa «-e-» entre medias. O sea, que está ahí solo para quedar bonito. Y así pasa con muchos otros morfemas. Otro ejemplo es uno de los diminutivos de «café», que no es el esperable «cafito», sino el más extraño «cafelito», con una misteriosa «-l-» que no sirve para nada más que para adornar.
- Fósiles: solo conozco un caso, el «do» del inglés, el cual aparece hasta en la sopa sin que sirva para nada, ni siquiera para quedar bonito. Una típica oración en inglés con este fósil sería «I don’t like it». En este caso, lo más “razonable” (y perdón por utilizar este calificativo en lingüística), habría sido construirla así: «I not like it». El «do» no aporta valor gramatical, ni semántico, ni representa alguna categoría arbitraria. Ni siquiera se puso ahí para quedar bonito. Solo está ahí —y no habrá quien lo apee— porque en el pasado sí tenía sentido. Con el paso del tiempo su significado se perdió, pero la forma se mantuvo. Cosas de la lingüística.
Con esta nueva división todo parece más claro, o al menos para mí. Aunque lo mejor de todo es que puede facilitar mejor a los principiantes —y a los no tan principiantes— a ser más creativos. Como vemos, muchos de los morfemas del español son en realidad adjetivos, pero es que podemos reducir casi cualquier tipo de palabra a un simple morfema.
Mirémoslo detenidamente: en la conjugación «cantaron», el morfema es «-aron» y nos aporta, primero, un dato puramente gramatical, es decir, que se trata de un verbo. También nos dice que pertenece a una categoría arbitraria, en este caso a la primera conjugación. Pero es que en este morfema también están ahí apretujados todo un pronombre, un plural, un adverbio con valor de pasado, y otro más que nos dice que la acción está finalizada.
Y aquí es donde se haya la miga de la que hablé antes. O dicho para justificar la ilustración de arriba, sería como abrir una nueva caja de Pandora en la que en lugar de liberar numerosos males, nos encontráramos con infinitas nuevas posibilidades lingüísticas. ¿Son el género, el tamaño, el número, el tiempo, etc., propios de los morfemas del español, la única información que pueden aportar los morfemas? Ni de coña. En muchas otras lenguas naturales podemos encontrar morfemas con valores tan diversos como los de «vivo», «inerte», «planta» o «animal», tal y como sucede en el suajili. En otras, como en el quechua, los verbos incluyen la evidencialidad, una extraña marca —a nuestros ojos— que nos informa sobre la fuente de la que se ha servido el hablante. Hace poco descubrí que en los verbos del apache también requieren de un morfema que marque el número, pero no el que concuerda con el sujeto, sino con el complemento.
¿Y a ti, qué otra información semántica se te ocurre que puedan aportar los morfemas de tu lengua? ¿Qué adjetivos incluirías? ¿Y qué adverbios? Ya puestos, también podría hablar aquí de las lenguas polisintéticas, esas que incluyen un porrón de morfemas en una única palabra. Se trata de un tema que siempre he dejado para después… y que seguiré haciendo ahora también, pues esta entrada me está quedando larga.
Cómo crear una lengua, Editorial Berenice. También en Amazon
El lexema, tambien conocido como morfema lexico, es la unidad minima de una palabra con valor lexico, es decir, con significado.
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